Un espectral y azulado relámpago centelleaba y serpenteaba en sus pupilas.
El silencio de la estancia ,cavernosa y oscura ,silbaba como una aspiración quejumbrosa de una bestia.Su boca se abrió dejando entrever el marfil más afilado y hermoso que jamás se haya visto.
El fuego chisporroteaba salvaje, intentando rasgar el aire.
Su piel pálida contrastaba con su oscuro cabello largo y espeso que caía ceremonioso sobre sus hombros y espalda.
Semblante altivo.
Las antorchas emitían un fulgor anaranjado¿quizás era el infierno?
La ocurrencia le hizo gracia, sus colmillos y su gesto sonriente y sádico lo dejaba entrever.
Pasos.
No es un invitado, no será bien recibido.
-¡¡Sal de aquí demonio!!¡¡te he encontrado!!
oculto y suspendido del techo escarpado de piedra gris y negra, a resguardo entre las sombras se distinguían sus resplandecientes ojos depradadores.
Su risa casi imperceptible, un sonido escalofriante y casi cercano al silencio, sobrevoló la estancia y sus esquinas.
-Te he escuchado, sal y planta cara, cobarde.
De repente cambió su sonrisa...
Furia.
-Sal, nauseabunda criatura ¡no tienes valor!
Cansado el insensato cazador,se guardó por dentro de sus ropajes su crucifijo de plata.
De repente un sonido le sobresaltó y se giró bruscamente.
Nada.
Pero...oh...
Empezó a notar un aliento dulce y perfumado, con un matiz metalizado a sangre densa.
Sus ojos se abrieron y resplandecieron ,como el trueno que precede al miedo ,en un gesto que le infundió terror.
Dos garras se cerraron en torno al cuello del ingenuo cazador.
-Yo soy un aristócrata, si ansías hablar conmigo deberás arrodillarte, tú y yo no tenemos confianza.
La respiración agónica del cazador resonaba en la caverna.
-Te voy a enseñar modales-acto seguido saco de aquella enorme vestimenta negra y aterciopelada un látigo gris.
Apretó con fuerza su cuello y apoyó una de sus garras haciendo que el intruso se arrodillase por completo.
-Ahora te enseñaré quien es tu señor-el látigo se alzó al viento, y con rauda e implacable rapidez cayó rasgando la cara del osado husmeador.
Cayó al suelo.
Y entonces encendió una antorcha.
El intruso se acariciaba la cara mientras aullaba de dolor.
Él mostró sus colmillos y comenzó a reír, acto seguido enroscó el látigo al cuello del cazador.
-Enseñame tu crucifijo cazador, vamos, muestramelo, quiero reir, reza a tu dios semita,hazlo vamos...HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA-Puso un pie sobre la nuca del herido ingenuo y en un acto reflejo le empujó estampándole la cabeza contra el suelo.
Sangre, le había roto la nariz.
Miedo,pánico, el cazador comenzó a retroceder de espaldas en el suelo.
-Pretendes hacer el bien de forma arbitraria, pero yo te enseñaré que sólo el mal y lo auténticamente supremo se puede hacer de forma autoritaria y arbitraria, y que en este caso soy yo el único capacitado para ejercerla.
El cazador asustado mostró su crucifijo.
-Hahahaha esto me resulta delicioso y divertido, enseñamela otra vez, ahora dime algo asi como arde en el infierno-su risa perforaba la respiración del intruso-gusano,eres de lo más gracioso.
Pared.
Sí, aquel hacedor del bien se había topado con una pared, ya no podía retroceder más.
Él se paró justo delante pisando aquellos pies temblorosos.
Sonrisa, que hermosa y poderosa sonrisa, que parecía de cristal.
Virtuoso gesto.
De improviso el semblante se tornó serio, y más tarde dio lugar a un gesto de imperante furia.
Uno de sus pies comenzó a alzarse, despacio para que el ajusticiado contemplara.
Brutal,implacable, impiadoso, justo, honorable, se descargó la patada sentenciadora crujiendo los huesos de la nariz, aplastando la respiración.
En una fracción de segundo una explosión de ríos escarlata manchó la piedra.
sábado, 13 de febrero de 2010
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